Entre princesas y ranas

Hace poco más de siete años escribí un post titulado "Entre príncipes y sapos" haciendo la respectiva clasificación entre los "especímenes" denominados "hombres" que nos rodean. Y ello no deja de ser verdad, estamos rodeadas de príncipes disfrazados de sapos, de sapos disfrazados de príncipes y felizmente, también existen verdaderos príncipes.

Sin embargo, el día de hoy, siete años después, luego de haberme topado con cada uno de estos especímenes, quiero hacer un análisis de cada uno de mis encuentros, y de igual manera, en son de la igualdad, clasificarnos a nosotras las mujeres en los respectivos "especímenes" que nos corresponden.

De niña fui criada con amor, pero tal vez demasiado engreída, tal vez con muchas historias de Disney en la cabeza, y con sueños de ser la princesa que necesita ser rescatada por un príncipe azul. Así pues, con ese pensamiento en la cabeza me tope con el primer hombre en mi vida, el era del tipo "Sapo disfrazado de príncipe". Al soñar con ser rescatada como Rapunzel, abrí la ventana de mi balcón al primer "interesado" en rescatarme (y que cumpliera mis requisitos físicos, por supuesto), pues el tenía que ser mi príncipe soñado. Me dejé deslumbrar por detalles, por palabras bonitas y adornadas de "amor" y a cambio, soportar engaños y malos tratos, pues así como Rapunzel yo podía aguantar que me jalen los cabellos (en un sentido figurativo) para poder ser rescatada. Si bien es cierto, él era un sapo, la responsabilidad de "mis sufrimientos" era solo mía, pues yo elegía quedarme ahí. Sin embargo, un día, cansada de tanto maltrato decidí terminar con dicha historia, llevándome como lección aprendida no dejarme deslumbrar ni aceptar ningún tipo de maltrato, mejor maltratar yo a ser maltratada, y fue así como me convertí en una rana. A este sapito le agradezco infinitamente, por ayudarme a darme cuenta que debo respetarme a mi misma antes que nada. Y de corazón le deseo que pueda algún día verse al espejo y reconocerse como un sapo, y entonces, decida sacar su príncipe interior.

El segundo hombre en mi vida, puedo clasificarlo como un "Príncipe disfrazado de sapo", un buen muchacho, guapo definitivamente, pero que no pudo consquistar mi corazón y mi mente. Lamentablemente, el tuvo la mala suerte de no encontrarse con una verdadera princesa, si no mas bien se encontró con una rana. Una rana disfrazada de princesa, que llenaba su vacíos internos con exigencias que este debía cumplir, una rana que fue atraída por el físico de este individuo mas no por su interior, una rana que elegía una compañia aceptable antes que la soledad. Fue una relación estable y tranquila que duró bastante tiempo, el tiempo que este príncipe tardo en darse cuenta de la verdadera careta de esta chica, el tiempo que este príncipe hizo lo posible e imposible por tratar de complacer los caprichos de esta ranita insaciable, hasta que al fin, se dió cuenta que era una misión imposible, que jamás iba a poder satisfacer completamente a esta ranita y tomo el valor de terminar la relación. Fué entonces cuando esta ranita pudo mirarse al espejo, vió a la rana y decidió cambiar, sin embargo, confundida por el apego o tal vez el terror a la soledad decidió intentar reconquistar el corazón del príncipe disfrazado de sapo, felizmente en vano. Después de esta relación, dejé de ser una rana, y decidí convertirme en un princesa nuevamente, pero ya no quería ser Rapunzel, pues quería conocer a alguien que no sea solo un amor a primera vista, que no solo me deslumbre con su físico, si no sobre todo con su mente y corazón. A este príncipe le agradezco infinitamente, por ayudarme a darme cuenta que no quería ser una rana y a ser más selectiva en mis próximas aventuras. Y de corazón le deseo que algún día pueda conocer una princesa que sepa valorarlo y pueda apreciarlo sobre todo por su buen corazón y forma de ser.

El tercer hombre en mi vida, puedo clasificarlo como un "Príncipe Indeciso", un muy buen chico (de los que supuestamente ya no abundan). Si bien este príncipe es el único hombre hasta ahora que ha logrado conquistarme en alma, corazón, mente y cuerpo, debo reconocer que no solo es necesario de que un Príncipe sea un príncipe, si no que cuando este se mire al espejo se reconozca como tal. De igual manera, yo había decidido volver a ser una princesa, pero las referencias que tenía de Disney no me ayudaron, cuando me veía en el espejo aún veía a una princesa que necesitaba ser rescatada, y , a pesar de que esta vez no abrí mi corazón al primer postor, si no que yo elegí a mi príncipe, nadie puede llenarte ni rescatarte, si tu misma no lo haces. Después de una bonita historia de poco más de dos años, llegó a fin mi relación con este príncipe. Gracias a este tiempo a solas pude aprender a valorarme, amarme y dedicarme a mi misma, en amar la soledad y no confundir apego con amor. Pude aprender a perder el miedo a la soledad, pero también a amar el amor. Pude convertirme en la princesa con todos los atributos que siempre soñé en un príncipe, me convertí en una princesa y me rescaté a mi misma. Me miré al espejo, y me sentí orgullosa y merecedora de todo lo bello en el mundo. Gracias a este príncipe por dejarme ir en ese momento, a veces es necesario más amor para dejar ir las cosas que para conservarlas. Gracias a mí, por decidir convertirme en la princesa que siempre he soñado, aún ando trabajando en ello. Con este Príncipe, realmente aprendí muchas lecciones: Amarme a mi misma, rescatarme a mi misma, y reconocer que puedes toparte con muchos príncipes en la vida, pero para que puedas unirte a ellos, ellos deben tener tres cosas en claro: Saber que eres una princesa, saber que es un príncipe, y saber que quiere estar contigo. Lamentablemente este príncipe solo tenía la primera característica, con lo que me enseño la mejor lección de todas: Aprender a soltar y dejar ir.

Si bien estamos rodeadas de príncipes y sapos, es importante que reconozcamos que no somos víctimas de ellos, si no de nosotras mismas y de nuestras elecciones. Debemos tomar responsabilidad en nuestra vida y no culpar a los hombres que nos rodean por nuestros sufrimientos, debemos mirarnos en el espejo y reconocernos como lo que somos hoy y elegir lo que queremos ser. Lo que llegue a nuestra vida solo será el reflejo de lo que somos, si queremos alguien que nos ame y sea fiel y cariñoso, debemos empezar por amarnos, sernos fiel y cariñosas con nosotras mismas. Si queremos ser felices, debemos dejar de ser Rapunzeles o ranas, debemos buscar dentro nuestro, y descubrir nuestras princesas interiores.



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